lunes, 30 de marzo de 2009

LA NUEVA CONCEPCION DE UNIVERSIDAD

De aquella mirada academicista que nos mostraba un mundo cerrado y solo para privilegiados altamente capacitados cuyos intereses presúmianse exclusivamente académicos pasamos a un espacio de múltiples interacciones, no exclusivamente intelectuales, cada vez mas complejas redes sociales donde la tecnología permite a los usuarios participar y hacer uso de las diferentes herramientas e interactuar con metodologías que son fáciles de usar, de rápida comprensión para quien desee utilizarlas, tener grandes posibilidades de almacenamiento y de formas variadas de compartir información sobre temáticas que sean comunes.

La posibilidad de ingresar a la universidad de múltiplex maneras y de cualificarse en diferentes temáticas con diferentes enfoques hace hoy en día necesario que las Universidades y sus diferentes actores se cualifiquen y de alguna manera unifiquen criterios que permitan la movilidad no solo del conocimiento, también del estudiantado y las nuevas tecnologías favorecen estos propósitos.

2 comentarios:

Francisco Antonio Sanchez Cordoba dijo...

RESTROSPECTIVA DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL

Desde las más remotas épocas, el hombre tuvo, siempre la preocupación de aprender a hacer sus propios utensilios y bienes, con sentido de sobrevivencia. En la antigüedad, la vida de trabajo del hijo era comúnmente la misma de su padre, o sea que aprendía los rudimentos del trabajo con el mismo y con otros integrantes de la comunidad, utilizando métodos intuitivos, que incluían la observación, la imitación y la iniciativa personal.

Con el correr de los siglos, en la Edad Media el maestro enseñaba el oficio a sus aprendices y surgieron las corporaciones en las que aquél que deseaba aprender un oficio iba ascendiendo, a través de su aprendizaje, por el camino que lo llevaba de aprendiz a su compañero y a maestro.

En esta época predominó el uso de del método de trasmisión de padre a hijo o, en su caso, de maestro a aprendiz, de manera asistemática, en el que cobraban especial relevancia la observación y la imitación. Este estado de cosas estaba bien adecuado a una sociedad en la que las instituciones religiosas, políticas, culturales y sociales tenían como tónica la estabilidad.

Es de notar que a partir del siglo XVI se inició una tendencia renovadora en la que la tónica estabilidad dejó lugar a otra de cambio, la que cobró mayor impulso a través de los siglos XVII y XVIII, y culminó en los siguientes.

La revolución industrial forjó nuevos conceptos en torno de las palabras industria, oficio y comercio. De esta manera, el cambio y no la permanencia se volvió el símbolo de toda institución que quisiera sobrevivir.

La revolución industrial trajo grandes cambios en las relaciones del hombre con su trabajo. Las máquinas dieron otro sentido al trabajo del hombre, dado que lo que antes era requerido en términos de fuerza física, cedió lugar a la exigencia de una calificación manipulativa, y ésta a su vez, comenzó a exigir conocimientos sobre el “cómo” y el “por qué”. De esta forma, el aprendizaje de un oficio pasó a exigir mucho más que la simple observación, imitación e iniciativa.

Mediante la implantación del sistema fabril y de la oficina en proceso de cambio, como consecuencia de la revolución industrial, resulta evidente que el hijo ya no haría necesariamente lo mismo que el padre.

El progreso tecnológico y científico ya no ofrecía al padre, ni tampoco al maestro, las condiciones para transmitir al aprendiz tales conocimientos.

Las funciones de enseñanza antes ejercidas por el padre o por el maestro pasaron en el siglo XIX a las fábricas, donde los aprendices recibían una capacitación sencilla para el manejo de máquinas también sencillas. Sin embargo, a medida que la maquinaria y los equipos iban evolucionando, se sentía la necesidad de contar con personas mejor calificadas, no solo para operar las máquinas, sino también para mantenerlas y complementarlas, y con otras personas que fuesen conocedoras de las profesiones y oficios. Tal capacitación ya no podía ser impartida en la fábrica, lo que exigió el surgimiento de escuelas capaces de formar la mano de obra requerida.

Con esto se daba comienzo al Sistema de Formación Profesional a través de cursos impartidos en escuelas que funcionan con este objetivo. De esta forma, a comienzos del siglo XIX surgió la escuela de Artes y Oficios, para enseñar en forma sistemática y ordenada oficios y ocupaciones para las áreas industrial, comercial y agrícola.

En un determinado concepto social, responsable de una filosofía de vida, que se reflejó de manera decisiva en la educación, las escuelas de la época, encargadas de la Formación Profesional, tuvieron como centro des sus preocupaciones la mera transmisión de contenidos programáticos, que exclusivamente formará al hombre para el trabajo y lo capacitará para rendir, en términos monetarios, una producción que satisfaciera las aspiraciones de las empresas. Durante largos años se conformo así la Formación Profesional, como un fin en si misma, y con objetivos limitados a adecuar al hombre para el trabajo y por el trabajo.

La tónica dominante era pues entregar al mercado de trabajo un hombre profesional, conocedor de un cierto número de habilidades manipulativas, poseedor de un bagaje tecnológico restringido a su área de acción. Se relegaban a segundo plano, e incluso se dejaban de lado, los conocimientos y las prácticas educativas necesarios para ampliar la visión del individuo con respecto de si mismo, de la comunidad y del mundo, con miras a integrar al hombre como tal en el medio ambiente en que actúa.

Durante largos años, la formación profesional proporcionada a los educandos sólo tenía en vista el adiestramiento del hombre para el trabajo y se cumplía con la entrega a las empresas de profesionales, antes que de hombres.

Sin embargo, el avance tecnológico, científico y de las ciencias sociales mostraba que la mera instrucción del hombre ya no satisfacía los reclamos de una sociedad dinámica y en transición. La sociedad pasaba a exigir de nuestras escuelas y centros de formación una acción más real y efectiva, en el sentido de una educación integral, que hiciera del hombre un ser consciente, con pleno desarrollo de sus potencialidades y capaz de utilizar la información sobre conocimientos y habilidades como miedo para alcanzar el fin último de la educación, que es la formación integral del hombre. De este modo, la Formación Profesional pasa, de ser un fin, a servir como medio instrumental, porque se reconoce que la productividad del trabajador no depende sólo de su mayor adaptación al trabajo, sino más que nada de la mejoría de sus condiciones individuales. El logro de esta meta sólo es posible cuando se encara la formación profesional como proceso educativo integral que, además de dar al aprendiz el adiestramiento para las operaciones propias de la ocupación, incluya la escolarización regular y el perfeccionamiento de su personalidad.

Dentro de esta perspectiva, y de esta expectativa, es que debe entenderse la formación profesional como un verdadero proceso educativo, que se constituya en un conjunto de objetivos profesionales, intelectuales, morales y cívicos, que se complementan en un todo indisociable, en especial cuando se trata de menores.

La Formación Profesional como verdadero proceso educativo pasó a preocuparse no sólo de la transmisión de conocimientos a sus aprendices, sino sobre todo de su propia reformulación, a fin de que el aprendiz dejara sus anteriores características y asumiera una posición de educando.

Todos los esfuerzos se orientan a que su sistema de enseñanza, unido a los métodos activos, lleva a los educandos hacia una formación integral, en la cual la preocupación máxima esté centrada en la formación del hombre, capaz de salir de nuestros centros con los instrumentos necesarios para su educación en la sociedad, consciente de sus responsabilidades como ciudadano. Es así que la formación prepara hoy un hombre capaz de acompañar, de modo permanente, la evolución de la sociedad, y de ajustarse a ella.

1. NUEVOS RUMBOS DE FORMACIÓN

La época actual, caracterizada por cambios constantes, pone aprueba la función social de la educación como responsable de la transmisión de conocimientos y valores, a su vez en proceso de mutación constante.

1.1. La sociedad cambia

La sociedad evoluciona de manera permanente: cambian las concepciones del mundo y de la vida, se acrecientan los conocimientos, fuerzas y los medios productivos se transforman y la gente reclama mayor participación social, económica y cultural, a la par que la ciencia y la tecnología generan nuevas técnicas y formas de trabajo. El acceso a la información y el manejo de la misma traen como consecuencia nuevas posturas ideológicas y políticas, lo que puede resumirse diciendo que se modifican las expectativas y las necesidades.

En la época actual el hombre debe enfrentar situaciones extremas: mientras la ciencia y la tecnología le proporcionan conocimientos y poderes, existe una crisis mundial en los valores y en el entendimiento entre los seres humanos, lo que, unido al aniquilamiento cada vez mayor de los recursos naturales, da la sensación de que la humanidad se encaminara velozmente hacia una encrucijada catastrófica, sin que se vislumbre una posibilidad diferente de aquella de la inteligencia humana debidamente encauzada.

En medio de los problemas mundiales, surge el propósito de colocar al hombre en la perspectiva de un nuevo humanismo, con una nueva concepción del desarrollo, en la que el crecimiento y la tecnología no son suficientes para dar solución a los problemas, sino que el hombre es necesario como gestor y como objetivo del mismo.



1.2. La formación profesional cambia

La vida de los sistemas abiertos, como son los educativos, está determinada por la tendencias del medio en que están inscriptos.

Por el contrario, como constante de la época, trae consigo una serie de alteraciones que influyen sobre el enfoque y el desarrollo de la Formación Profesional: en el mundo del trabajo, las rápidas y crecientes innovaciones tecnológicas alteran los procesos de producción, la estructura ocupacional, las relaciones laborales, las condiciones de trabajo, etc.

La introducción y la democratización de la informática implican un cambio significativo, que influye sobre los procesos de producción, comercialización, distribución y consumo.

La participación aparece como un magnífico instrumento para el conocimiento de la realidad, que puede impulsar la investigación científica y contribuir a la formación de políticas y planes de desarrollo, a la acertada toma de decisiones, a la integración de los diversos grupos de población y al conocimiento de la realidad.

Una nueva cultura del trabajo impone a la Formación Profesional objetivos que trascienden su papel tradicional de capacitadora de mano de obra para un puesto de trabajo especifico.

Frente a este panorama, la formación debe ampliar el espectro, hacia el desarrollo, la identificación y la adopción de valores, y también hacia la generación de actitudes compatibles con los requerimientos de una sociedad en permanente cambio. Dando debida atención a los conocimientos y a las destrezas, debe orientarse hacia la formación integral del hombre.

La formación debe fijarse metas que contribuyan al desarrollo de las capacidades humanas, para superar los problemas actuales, prepararse para el futuro y dar lugar a las modificaciones de la estructura social. Tales propósitos demandan:

 Ampliar el horizonte de los conocimientos desarrollando la capacidad de aprender.

 Propiciar el aprendizaje innovador y estimular la creatividad en procura de nuevos enfoques de la realidad.

 Promover la participación en función de un cambio hacia el aprendizaje social.

1.3. Concepto actual de la formación profesional

El concepto expuesto es tan inmensamente amplio que involucra no sólo a las instituciones de formación profesional, sino a toda institución educativa; no sólo cubre algunas etapas de la vida del hombre, sino toda su existencia; no atiende sólo un campo especifico, sino a la persona toda; no comprende una sola forma de aprendizaje, sino todo un abanico de posibilidades.

En consecuencia, las instituciones de formación profesional deben preparar y perfeccionar una mano de obra que presente las siguientes características:

 Capacidad reflexiva y crítica

 Iniciativa, dinamismo y creatividad que puedan incidir en los modelos productivos, económicos y sociales en los que el sujeto está integrado

 Autenticidad y autodeterminación

 Capacidad de comunicación

 Integración comunitaria, participación y solidaridad

 Capacidad de desempeño adecuado

 Compromiso ético y responsabilidad frente a sí mismo, la familia, la comunidad y el trabajo

 Capacidad de formular su propio proyecto da vida y de actuar conforme a él.



Tomado del Texto: Métodos y Técnicas para
la Formación Profesional

Anónimo dijo...

en realidad este nuevo enfoque de brindar nuevas oportunidades de estudio profesional y tecnologico nos deja claro que el pais a avanzado desdes sus epocas remotas pues con ello todos los jovenes que quieran estudiar puedan acceder a este sindo asi esto nos ayuda a pensar que sera un pais con mucha cultura etica y ademas mejores profesionales aplicandolo con la materia de desarrollo local y regional puedo asociarlo muy bien pues este me dice y me habla de progreso el cual nuestro pais tendra avanze y nuestro entorno sera mucho mas agradable con mas posibilidades de trabajo dig pues el arte de aprender es una riqueza que nadie no la podra quitar..